El abogado formado en la Universidad Católica de Cuyo se destaca por su impronta profesional, configurada por una sólida vocación de servicio a la sociedad y al ser humano en particular, vinculando el sentido ético del derecho con las actividades específicas de su profesión; con facilidad para establecer relaciones interpersonales positivas y para desarrollar trabajo en equipo; con habilidad para realizar procesos de análisis y síntesis, abstracciones e inferencias lógicas válidas, analogías, deducciones e inducciones; así como para la argumentación y la refutación; con capacidad para incorporar en su actuación profesional los valores de la dignidad, la libertad, la justicia, la equidad, la democracia y la solidaridad social; con capacidad para abordar las problemáticas legales en sus diversos campos de aplicación de forma integral; con capacidad para conocer y dominar de manera sólida y consistente la epistemología jurídica, así como la sistemática y la técnica jurídica